JORGE TUTOR, TRAVEL PHOTOGRAPHY

In this ugly time, the only true protest is beauty. (Phil Ochs)

 
ESPAÑA ANDALUCÍA    

SEVILLA 

Un halo de magia la cubre, quien entra en ella queda atrapado. Todo es excesivo en Sevilla; pasión, orgullo, capital, incienso, noche, tradición, embrujo, genio, primavera, magnetismo, faralaes, modernidad, azahar, jardines, arte, diversión, recogimiento, Semana Santa, Feria…

Un río le dio la vida, la amamantó, la vio crecer, la enriqueció y hoy le imprime carácter, le da alegría y, en las calientes noches de agosto, cierto alivio, menos por el frescor que exhala que por la devolución de una imagen difusa y reconfortante de estrellas, monumentos, gentío, puentes, luces artificiales y hasta de calor.

Como en un caleidoscopio, el batiburrillo de culturas cuyo legado dejaron los pobladores que a lo largo de la historia se asentaron en ella - tartesos, fenicios, romanos, visigodos, árabes...-, exhibe un resultado armonioso lleno de colorido y belleza exquisita. Destacó la árabe para darle el nombre–Ishbilya-, remplazando al candidato romano de Hispalis.

Era obligado que una ciudad tan insigne fuera cuna de artistas grandes y lo fue, entre otros en ella nacieron los pintores Velázquez y Murillo; los escritores Luis Cernuda, el nobel Vicente Aleixandre, los hermanos Machado y Bécquer. Las ramas de su arte se expanden de muchas formas y hasta muchos lugares conmoviendo corazones sensibles que la viven aunque no la conozcan.

En los hirientes días de verano un gorro, un abanico y un poco de agua bastan para besar el cielo cuando la lógica impondría un puntapié hacia el infierno.
Merece la pena perder la silla.

© 2009 Teresa R. Infantes

 

La Giralda

   

Esbelta, exótica, aviva el deseo, se vuelve más linda cuanto más alta.
Tiene vida propia y brilla tanto como la catedral a la que pertenece y de la que parece custodiar cada rincón desde su situación ventajosa; es incluso más conocida porque, para todos, su nombre va implícito en el de Sevilla.
Esta perla arquitectónica es imagen de la ciudad, un minarete que se levantó a finales del siglo XII para la Mezquita a la que sustituyó la Catedral. La base se hizo con restos de construcciones romanas, por ello podrás leer unas frases en latín. Encima, en el siglo XVI se construyó el espléndido campanario.
Tiene algo más de 100 metros de alta sumando la escultura de bronce que funciona como veleta, el Giraldillo que la remata y al que le debe el nombre.
Se puede ascender a la torre por una rampa de subida suave, construida ya en aquella época para salvar barreras arquitectónicas.

© 2009 Teresa R. Infantes

 
                 

Real Alcázar

   

Pareciera que el afán por superar a su antecesor en fasto y perpetuidad fue lo que llevó a califas y monarcas varios a ir ampliando y mejorando este majestuoso conjunto arquitectónico, palacio real aún en activo, que encontramos entre la plaza del Triunfo y la de los Venerables.

Abrió el maratón Abd al-Rahm III en el siglo X que mandó construir la Casa del Gobernador (Dar Al-Imara), de la que queda parte de los lienzos pétreos originales. Le siguió Al-Mutamid con el Palacio La Bendición (Al-Mubarak), del que no quedan restos.
Los almohades en el siglo XII se regalaron el jardín del Crucero y el palacio del Yeso.

Entre los siglos XIII y XIV los soberanos ibéricos tomaron el relevo; a Alfonso X se le ocurrió crear su Palacio Gótico sobre una parte del palacio Al-Imara y Pedro I el Cruel, amante de las costumbres y del arte islámicos, mandó edificar el Palacio Mudéjar.
Más tarde los Reyes Católicos acondicionaron a su gusto el Palacio Alto y levantaron la Casa de Contratación.
Fernando VI, Fernando VII e Isabel II continuaron las reformas.

El resultado de 8 siglos de esmero es asombroso, la variedad de estilos islámico, mudéjar, gótico, renacentista y barroco plasmados en dependencias, patios y jardines legó toda su riqueza y hermosura.
Donde espaldas, estómagos y vientres reales hallaron consuelo tú encontrarás recreo para la vista y alimento para el alma.

© 2009 Teresa R. Infantes

 

(8 álbumes)

   

Catedral de Santa María

Parece alzar al cielo cien brazos en una plegaria. ¿Por los fieles, por Sevilla?

A su lado te sentirás extasiado y luego pequeño, que no cunda el pánico, por muy alto que seas parecerás un gnomo, está hecho a posta, la idea de grandeza primó desde el comienzo; se cuenta que un clérigo, cuando la proyectaban, propuso “hagamos una iglesia que los que la vean nos tomen por locos”, y lo consiguieron; se dice que es la catedral gótica más grande de cuantas existen.

El origen lo encontramos en el siglo XII durante el dominio musulmán cuando se erigió una mezquita de la que hoy se conservan la Giralda y el Patio de los Naranjos. Tras la Reconquista promovida por Fernando III de Castilla, la mezquita se usó durante un tiempo como catedral cristiana sin ser reformada. Tras ser demolida se comenzó a construir la nueva catedral sobre el año 1.400; pasó por modificaciones hasta el siglo XVII en que se construyó El Sagrario, la iglesia barroca.

Lo dilatado en el tiempo de su construcción explica la mezcla de estilos mudéjar, gótico, renacentista, barroco y neoclásico.
Su planta es un amplio rectángulo de 116 por 76 metros del que sale la capilla real. La fachada principal coincide con la anchura total del edificio que tiene 5 naves, su puerta está acabada en un arco ojival, pero ésta no es la única, tiene muchas otras –Puerta del Perdón, de la Concepción, de los Palos, de la Campanilla, del Príncipe…- que abren el camino a un mundo donde religión y arte se fusionan y resplandecen. Atención a las vidrieras, delicadas alhajas que te harán suspirar.

© 2009 Teresa R. Infantes

 

(3 álbumes)

             

 Barrio de Santa Cruz

Quien a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija, este antiguo barrio judío lo sabe; se estableció en el centro de Sevilla, arropado por otros prodigios que le imprimieron caché y lo enriquecieron; aprehendió la prestancia de la Catedral, la fortaleza de la Giralda, la nobleza del Alcázar, la fantasía de los jardines de Murillo. Méritos ya le sobraban, desde luego. La estrechura y el trazado de sus calles parece que se idearon para calmar los azotes del impío sol sevillano; los rayos son contenidos por los tejados y azoteas que sólo dejan pasar la luz y el calor justos, perdonando la vida de quien se atreve con un paseillo en una tarde de julio (¡torero!).

Las disputas entre judíos y cristianos, la ocupación de los franceses, los iluminados de la Expo del 29 que quisieron derribar cultura para agrandar calles dejaron, cuando el tiempo los diluyó, efluvios de prosapia inofensiva, de cultura, tradición y ensueño.

Disfruta del serpenteo de las calles, de la vista de las casas blancas, de iglesias y plazas, del aroma a flores y a leyenda. Recorre cada rincón y siente pero no lo cuentes que no lo entenderán.

© 2009 Teresa R. Infantes

(2 álbumes)

             

Plaza de España

Espectacular es el adjetivo que mejor la describe. Formó parte del planeta Naboo en la Guerra de las Galaxias, quien la eligió estaba inspirado; la atmósfera que recrea puede ser presente, futuro o pasado y el lugar de este mundo o de otro.

Fue construida para la exposición universal que tuvo lugar en Sevilla en 1929 en el llamativo parque de María Luisa.

Aníbal González, arquitecto sevillano, fue quien proyectó esta maravilla que comenzó a construirse en 1914. El relevo lo tomó Vicente Traver quien concluyó la obra y le puso una fuente en el centro queriendo llenar un vacío que había sido sabiamente calculado.

La plaza es enorme (unos 50.000 m2), no tiene importancia que el Barroco y el Renacimiento fueran tomados como modelo porque el resultado tiene un estilo personal y único. Tiene forma de semicírculo limitado por un canal a un lado y al otro por un conjunto de edificios donde destaca uno más alto en el centro, a los lados sendas torres.

4 puentes que representan los 4 antiguos reinos de España cruzan el canal. En las paredes unos bancos adornados con azulejos aluden a las 48 provincias de España; mapas de las provincias, representaciones de históricos, escudos de las ciudades lo dejan claro.

Materiales variados contribuyeron al milagro: ladrillo visto, cerámica, artesones, mármol e hierro forjado y labrado...
Hoy acoge la Delegación del Gobierno de Andalucía y el Museo Militar de Sevilla.

© 2009 Teresa R. Infantes

(5 álbumes)

             

Torre del Oro  

Mírala presumida contemplándose en el río, saludando a la Maestranza, orgullosa, atractiva, rotunda. Quién diría que en más de una ocasión le quisieron arrebatar su posición privilegiada; que no la toquen, que viva y de vida, ahí estaba Sevilla, que la adora, para ampararla. Conscientes de que el alma de la torre estuvo allí desde el principio, todo el que contribuyó a construirla, agrandarla o restaurarla –en varias ocasiones- dio lo mejor de sí. La levantaron los árabes después de la Giralda, a la que sigue también en fama, en 1220.

Pedro I el Cruel mandó construir un segundo cuerpo en el siglo XIV y en el XVIII un ingeniero militar le puso el tercer cuerpo y la cúpula. Además de ser capilla, defendió, encerró –fue cárcel en la Edad Media- y custodió -tesoros que venían de América -; en la actualidad es un museo naval. Su planta de doce lados le confiere ese aspecto singular que la convierte en insignia de la ciudad, con permiso de la Giralda.

© 2009 Teresa R. Infantes

 

(7 álbumes)

               

       

Monasterio de La Cartuja.

Centro Andaluz de Arte Contemporaneo

Sevilla varios  
Monasterio de La Cartuja. Al WeiWei Nacho Criado Agnès Varda  

(7 álbumes)